sábado, 13 de diciembre de 2014

El aburrimiento también genera estrés. Fuente: El Correo

  • PSIQUIATRÍA

  • La falta de motivación que lleva a la inactividad es tan negativa como el exceso de actividad

‘Estrés’, una palabra que en la sociedad actual parece que nos persigue y que la mayoría atribuimos a la cantidad de horas que trabajamos, al ritmo frenético que llevamos y a las muchas tareas que desempeñamos a lo largo de día y que no nos dejan tiempo para lo que llamamos nuestras cosas. Pero el estrés va más allá de toda esa actividad.
Como explica el doctor José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP), «pensamos que el estrés solo tiene que ver con las prisas, el exceso de trabajo, las cargas familiares, etcétera, pero existen otras causas de estrés, por ejemplo, el que tiene que ver con la falta de motivaciones y que suele llevar a una inactividad tan nociva para el ser humano como el estrés por exceso de acción».

El estrés produce una serie de síntomas que alteran los circuitos cerebrales y con ello se modifican los sistemas responsables del sueño, la ansiedad, etcétera. «Pero hay otra cosa que puede modificar estos circuitos cerebrales: la falta de actividad, el no tener ningún estímulo, ninguna motivación y que llamamos comúnmente aburrimiento», añade el doctor.
Así la frase «mi vida me aburre» es una de las que dicen muchos pacientes en las consultas de los psiquiatras, una frase que en realidad y como señala el experto en realidad quiere decir «no tengo ninguna motivación».
Síntomas
Esta falta de motivación desestructura el cerebro igual que el estrés, provocando los mismos síntomas: insomnio, irritabilidad... «El día a día marcado por el trabajo, la vuelta a casa o la rutina provoca una falta de motivación en el individuo», indica López Rodríguez, y añade: «Históricamente el trabajo ha sido una fuente de motivación, sin embargo, hoy en día el exceso de horas y tensiones lo está convirtiendo en una situación negativa más que ser el impulso vital que siempre fue».
La persona que no hace nada, nada en absoluto, se encuentra cansada, tiene alteraciones en el sueño,
anhedonia (incapacidad para experimentar placer)… En resumen, los mismos síntomas que la que padece el habitual estrés.
La manera de prevenirlo, «levantarse del sofá, aunque sea lo que menos apetezca, recordar qué nos hacía sentir bien, qué actividades nos provocaban placer y llevarlas a cabo, aunque no tengamos ganas”. Así, “la solución no es descansar sino todo lo contrario, tener una actividad motivante que mantenga nuestros circuitos cerebrales en equilibrio», aconseja el doctor López Rodríguez.

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