Osakidetza pone precio a cada servicio sanitario para emitir facturas a aseguradoras y mutuas
El listado abarca desde los 6 euros
por poner una inyección a los 130.000 que cuesta sacar adelante un bebé
prematuro con menos de 750 gramos
«Voy a ir al médico porque me duele la garganta». Esta
frase es de lo más corriente en esta época del año proclive a la fiebre,
los escalofríos y los estornudos. La visita al centro de salud es casi
un acto rutinario y espontáneo. Tanto, que los facultativos de familia
del País Vasco atendieron 9,3 millones de consultas el año pasado, a las
que hay que sumar los 1,7 millones de los pediatras.
Esas dos cifras, por sí mismas, no sugieren gran cosa.
Bueno, que los médicos de cabecera de Euskadi reciben cada día
–incluidos domingos y festivos– a una media de 27.400 pacientes. La
percepción es totalmente diferente si tales números se multiplican por
40 euros, que es el precio medio de una consulta en un centro de salud o
ambulatorio. Así lo estipula el listado de tarifas para la facturación
de cada uno de los actos sanitarios y quirúrgicos –hay más de un millar
sin contar las pruebas de laboratorio– de Osakidetza. Esta relación se
actualiza cada año y sirve para cobrar a los enfermos obligados a pagar
en la Sanidad pública, como son los pertenecientes a algunos colectivos
profesionales al margen del Servicio Vasco de Salud, las aseguradoras
que cubren los accidentes de tráfico o deportivos, así como las mutuas,
obligadas a sufragar la asistencia por dolencias profesionales y
accidentes de trabajo.
La horquilla de la tabla de precios es tan amplia que
oscila entre los 6 euros estipulados por poner una inyección a los
120.000 que cuesta un trasplante cardíaco o los 130.000 de un neonato.
Gestación y parto
Desde antes de venir a este mundo, las personas ya podemos
costarle dinero a la Sanidad. Y mucho. Un tratamiento de inseminación
artificial son nada menos que 1.500 euros, una cantidad que, en la
mayoría de los casos, se incrementa debido que es necesario realizar más
de un ciclo. Si también se precisa de un lavado seminal, hay que añadir
otros 600 euros.
Una vez conseguida la gestación, el control del embarazo es
un suma y sigue. La amniocentesis o prueba prenatal para descartar la
presencia de ciertos defectos cromosómicos y genéticos cuesta 300 euros.
Llegado el momento de nacer, lo mejor para el feto y para
Osakidetza es un parto vaginal. Además de tratarse de un alumbramiento
natural, sale por 1.000 euros menos que si precisa realizar una cesárea:
entre 2.500 y 3.500 euros en el primer caso; entre 3.500 y 4.500 en el
segundo. Y que vaya bien... porque como el feto sea prematuro, todo se
complica. Y a mayor complicación, más dinero. Procurar cuidados vitales a
un ser tan delicado como un bebé nacido antes de tiempo es uno de los
actos sanitarios más gratificantes y, a la vez, más caros. Cuanto más
pequeño más va costar, en todos los sentidos, sacarlo adelante. Hasta
130.000 euros supone dar el alta a un neonato que se empeñó en salir del
útero con menos de 750 gramos. Si pesa entre kilo y kilo y medio,
45.000 euros.
Un aborto supone para Osakidetza un gasto de entre 1.200 y
1.800 euros, según las complicaciones que presente el caso; 2.500 euros
una artroscopia de menisco, 3.000 una operación de vesícula y la misma
cantidad una fractura de tibia o peroné. Una intervención en la rodilla
que requiera la implantación de una prótesis se eleva hasta los 8.000
euros, una de cadera también con prótesis –habituales en las personas de
avanzada edad– llega a los 11.600 y un bypass coronario alcanza los
30.000. Muy inferior es el coste por la corrección de un juanete o del
denominado dedo martillo –2.600 euros– o por la extracción de las
amígdalas (1.500).
La Sanidad es el sistema al que una persona está más ligada
de por vida. A medida que pasan los años se tiene acceso a la
Educación, pero llega un momento en que se abandona;se precisan o no los
servicios sociales; se participa o no de la Iglesia. De la Sanidad es
imposible prescindir desde el momento en que se rompe a llorar tras el
nacimiento hasta el instante en que se cierran los ojos para siempre. De
ahí que la existencia de una red pública y universal se considere un
elemento de cohesión social.
«Pagado de antemano»
Por ello, cuando algunas comunidades han informado a sus
pacientes del coste de los servicios asistenciales, la reacción ha sido
negativa. En Valencia, Galicia, Andalucía y Madrid, la tabla de precios
públicos se ha utilizado para elaborar la denominada 'factura en la
sombra', una especie de recibo que se entrega al paciente cuando recibe
el alta hospitalaria para darle a conocer cuánto ha costado el
tratamiento. La medida fue impulsada por el Ministerio de Sanidad en la
recta final de la segunda legislatura de Zapatero, cuando la crisis
económica era demasiado evidente y la sostenibilidad del Sistema
Nacional de Salud, una preocupación constante.
Pese a tratarse de una mera hoja informativa, ni el
Gobierno vasco de entonces –socialista– ni el de ahora –del PNV– han
respaldado la idea. «Si la Sanidad se financia con impuestos, no hay
motivo alguno para decir a la gente lo que cuesta su operación porque la
ha pagado de antemano», sostienen los actuales responsables del
Departamento de Salud, cuyo titular es Jon Darpón.
Y los ciudadanos financian cada día una Medicina más cara
porque los avances tecnológicos han traído consigo un encarecimiento de
los procesos. Sólo así se entiende que un día en la UCI suponga al
erario público 1.600 euros o 250 euros cada jornada de permanencia en un
hospital de crónicos. ¿Y curar un cáncer? La factura puede ser
astronómica si se suma el diagnóstico, la intervención, el tratamiento
de quimio –una sesión, 700 euros– o de radioterapia y los seguimientos
posteriores.
Vamos al ambulatorio o al hospital. Nos ponen una inyección
de 6 euros o nos hacen un resonancia magnética con anestesia y
contraste de casi 600. Nos quitan la catarata que resta visión –se
realizan 17.300 operaciones al año y cada una cuesta 1.000 euros– o el
apéndice (6.700 euros). El resultado puede ser mejor o peor según las
características del paciente y la pericia del médico o cirujano que le
trate, pero en la Sanidad pública vasca es igual para todos: ricos y
pobres. Y nadie paga. Pagamos todos
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