El quirófano de traumatología es lo más parecido a un
taller mecánico que puede encontrarse en un hospital. Taladros,
martillos, punzones y gubias permiten a los cirujanos ajustar tornillos,
colocar prótesis y reparar huesos rotos. En dos palabras, chapa y
pintura.
«La especialidad ha cambiado mucho en los últimos veinte años,
de una manera radical, pero sí es cierto que somos un poco el taller de
los servicios de salud», reconoce el jefe de Traumatología del hospital
de Cruces, Carlos Lozano. Ya no se ven en las habitaciones pacientes
colgados de pesas y poleas o con la pierna suspendida en el aire, pero
«sí es aquí donde se atiende a los heridos con politraumatismos, a los
lesionados en accidente laboral y a las víctimas de la carretera».
El
área hospitalaria donde el trabajo se parece más al del carrocero, al
menos en apariencia, es también, sin embargo, el espacio donde se
practica la cirugía más minuciosa, la más sofisticada, la mas 'micro' de
todas... Y también la más cara.
«Con frecuencia oímos eso de que somos mecánicos, pero yo
siempre les matizo: carpinteros sí, pero, ¡ojo!, ebanistas. Esto es
carpintería fina», apostilla Marian Aranaz, enfermera de quirófano en el
servicio de Traumatología del hospital de Galdakao. El cuerpo de
enfermería conoce mejor que nadie los entresijos de ésta y de cualquier
especialidad, porque son ellas quienes organizan las intervenciones del
día, preparan la cirugía para que nada falle y se ocupan de dar servicio
al cirujano. Además, acogen al paciente, le preparan y le brindan todo
lo que esté a su alcance para que entre en el quirófano tranquilo,
sereno y libre de temores.
La confidencialidad que se forja entre el paciente que va a
ser operado y la enfermera que le asiste, aunque se acaban de conocer,
es «terriblemente mayor» de lo que uno pueda imaginarse «Literalmente,
se ponen en tus manos», relata Aranaz, mientras se dirige al almacén de
la unidad. «Recuerdo a una mujer que iba a entrar al quirófano y estaba
muy nerviosa porque su hijo tenía que venir del extranjero y no había
llegado aún. Por si acaso, quería despedirse. Retrasamos el inicio de la
cirugía hasta que comprobamos que estaba allí y pudimos tranquilizarla.
Al final, todo salió bien», cuenta y abre las puertas del local para
mostrar el interior del almacén. «Aquí está», hace los honores.
Cientos de cajas que parecen de herramientas se apilan,
debidamente ordenadas, en las estanterías que llenan la sala. A un lado
las que se utilizan para las operaciones de prótesis de rodilla, con sus
taladros, cucharillas, punzones, tijeras, articulaciones metálicas,
generalmente de titanio... Todo lo que puede necesitarse durante la
operación. Junto a ellas esperan su momento los juegos de maletines que
permiten cambiar una cadera, restaurar una columna vertebral, recuperar
la articulación de la mano... No falta nada. En cualquier instante,
puede llegar al hospital un accidentado con mil y una roturas y hay que
echar mano de los cofres muy concretos. Un cambio de rodilla ocupa seis
cajas. «Un recambio de cadera pueden llegar a necesitar hasta 26»,
detalla Aranaz.
El desafío de la vejez
Basta abrir una de ellas para explicarse el 'parentesco'
entre la traumatología y el bricolaje. Si nunca ha visto una de ellas,
ahí tiene como botón de muestra la galería de fotos que acompaña este reportaje.
«Hasta los colegas de otras especialidades nos ven como obreros»,
reconoce el especialista Carlos Lozano. «Lo que no te diré es cómo les
vemos nosotros a ellos, ja, ja, ja», bromea. Aun así, lo reconoce sin
prejuicios: «Es verdad que en la cirugía del traumatismo hay mucho de
trabajo artesanal, de tornillo, broca y chapa. Un hueso roto se
recompone abriendo la pierna y con tornillos y placa, fijando
fragmentos, igual que un carpintero, pero ésa es una visión parcial de
la traumatología: todos los tratamientos, aunque desde fuera parezca
mentira, se basan en conocimientos biológicos».
Si un visitante se pone la bata, las calzas, los guantes y
la mascarilla pertinentes para asistir 'en vivo' a una intervención,
obviamente no presenciaría algo tan jaleoso como el ambiente de un
taller mecánico. Pero sí oiría, además del suave cris-cras de tijeras y
separadores, ruido de 'tuercas', martillazos y el potente rugido del
motor de una sierra, que es un equipo parecido a un taladro que sirve
para cortar hueso y adaptarlo a las necesidades de la prótesis que se
quiere implantar.
Pese a esa imagen histórica de taller mecánico, la
traumatología actual poco tiene que ver con la que se practicaba hace
sólo quince o veinte años. En un centro 'de batalla' como el de Cruces
-«que cuenta con la tecnología más moderna, pero que ha de afrontar un
día a día de saturaciones, listas de espera y demoras», según admite
Lozano-, las Urgencias nutren los quirófanos de traumatología durante el
fin de semana con heridos por peleas, accidentes de tráfico y
«traumatismos de todos los colores». Los accidentes de circulación, sin
embargo, ya no son lo que eran.
El desafío al que cada día tienen que enfrentarse, y cada
vez más, los servicios de traumatología del mundo entero es la atención
de los problemas de salud generados por el envejecimiento de la
población. Las camas del servicio estaban llenas en la década de los
ochenta y los noventa por víctimas de la carretera, jóvenes en su
mayoría, con importantes traumatismos. Esas mismas camas las ocupan hoy
ancianos de 80, 90 y hasta 100 años «que se han roto la cadera con un
soplo de viento», tal como describe de manera gráfica el jefe de
traumatología de Cruces. «Ése es el reto de los servicios de salud del
mundo entero, no sólo del nuestro. La población envejece, sus huesos se
debilitan e, inevitablemente, se rompen. Es la epidemia del siglo XXI»,
advierte.
Con el agravante de que la cirugía de la traumatología
figura entre los servicios más caros de un hospital. Entre otros
motivos, porque se trata de una especialidad en la que se incluye
también a la ortopedia y otras pequeñas ramas de la medicina ligadas a
ella, como la microcirugía. Una operación tan sencilla como la
liberación del túnel carpiano, un conducto angosto de la muñeca que si
se estrecha genera dolor y constriñe los dedos de la mano, cuesta unos
1.500 euros. Una cirugía complicada de columna supera los 18.500. Aviso a
navegantes: «Existe ya un debate interno, del que nadie se atreve a
hablar en público, sobre el copago de la cirugía», adelanta el experto.
Cadera nueva en 80 minutos
La cirugía navegada, que permite visualizar con detalle a
través de un ordenador el campo sobre el que se opera; la fibra óptica y
otros avances como la endoscopia, que posibilita la realización de
intervenciones con una mínima incisión, han encarecido enormemente la
traumatología, pero también la han permitido avanzar de un modo
inimaginable en otro tiempo. La primera prótesis de cadera que se cambió
en Cruces hace 40 años requirió una intervención que se prolongó
durante 9 horas. Hoy, esa misma operación se resuelve en 80 minutos. «Es
una especialidad muy agradecida, porque hoy casi todo es operable. En
la mayoría de los casos entras al hospital con dolor y sales sin él»,
destaca la supervisora de enfermería de Cruces, Flor Bilbao.
«El nuestro -resume el cirujano- es un hospital de batalla,
un taller, donde trabajamos con tecnología de la NASA, pero no somos
una clínica suiza de lujo. La noche del sábado tenemos que afrontar
sangre, sudor y lágrimas. Hay cosas que nunca cambien, pero con sus
carencias ofrecemos un servicio de calidad».
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