Los
médicos sonríen "poco" a sus pacientes, a pesar de que está demostrado que este gesto posee grandes dosis de bienestar físico y mental, tanto para quien lo brinda como para quien lo recibe
La sonrisa es una auténtica fuente de salud, pero los médicos la
utilizan "poco". Apenas sonríen en sus relaciones con los compañeros de
trabajo y, lo más preocupante, las dan a sus pacientes con cuentagotas.
Quizás sea así porque no viene recogida en el 'Vademecum', que es el
diccionario de los medicamentos y principios activos que en ellos se
utilizan, pero ésa es la realidad. "La sonrisa es el mejor medicamento
que existe sin receta médica, es gratis, sin limite de dosis y no tiene
ninguna contraindicación", recuerda el especialista Ángel Morales, del
servicio de Radiología del hospital de Donostia.
Cualquier manual básico de psicología destaca entre los beneficios de
la sonrisa su alta capacidad para favorecer las relaciones sociales y
propiciar el bienestar físico y mental de las personas. Dicen que mejora
la oxigenación del cuerpo, regula el pulso cardiaco, incluso que
aumenta la memoria. Algunos trabajos apuntan a que las personas que más
sonríen disfrutan de una mejor piel, digestiones más sanas, tienen un
humor más equilibrado y hasta que viven más. De lo que no cabe duda es
que los pacientes, cuanto peor es la enfermedad que padecen, más
reconfortados salen de la consulta del especialista cuando han sido
recibidos con una sonrisa.
Los más simpáticos, los celadores
Pero aún así, los médicos no sonrien. "Lo he podido constatar,
después de 35 años de trabajo en la sanidad, con un estudio
observacional en mi servicio",reflexionaba recientemente Ángel Morales
en la revista del hospital Donostia. "Sonreímos muy pocas veces cuando
estamos trabajando y más en periodos de descanso. Con nuestros
pacientes, los médicos somos los que menos sonreímos, el personal de
enfermería más y los que más sonríen de todos son los celadores",
argumenta el radiólogo, quien no tiene dudas de que sonreir ayuda a los
profesionales sanitarios a hacer mejor su trabajo.
La misión de un médico, según el facultativo, consiste en resolver
las necesidades físicas, psicológicas, incluso de otro tipo de los
enfermos, que varían en función del tipo de enfermedad que sufran y la
fase en la que se encuentren. Los pacientes aquejados de una afección
aguda, un problema de salud superable, como un infarto o la rotura de un
hueso, necesitan pocas sonrisas. Quieren que se les cure. "Su objetivo
prioritario es asegurar su calidad de vida", relata el especialista.
"Sonríeme, aunque no me cures"
La situación cambia de manera radical, sin embargo, cuando se trata
de pacientes crónicos, como son la mayoría de los que se atienden en los
servicios sanitarios de Euskadi. Son enfermos que saben que su dolencia
no se curará y que buscan un mayor bienestar y un menor número de
visitas al hospital. "Este enfermo sí necesita muchas sonrisas". De
alguna manera, explica, está pidiendo a su médico: "sonríeme, aunque no
me cures". Un tercer grupo de pacientes está formado por los que se
encuentran en fase terminal, no ya luchando por la supervivencia, sino
por una calidad de vida y de muerte. «Este paciente necesita todas las
sonrisas posibles: "sonríeme, aunque no me cures y ayúdame a morir".
El especialista donostiarra recuerda en su artículo que sonreír ayuda
a mantener un talante positivo y a trabajar mejor. "En nuestro
ejercicio profesional, a menudo, sufrimos dos condiciones morbosas: la
desmotivación y el estrés. Sonreir -concluye- nos puede ayudar a superar
ambos problemas". Y, además, el paciente lo agradecerá, lo
agradeceremos. "Corren tiempos difíciles y turbulentos, intentemos no
perder la sonrisa. Nuestros enfermos la necesitan, nosotros también",
concluye Ángel Morales.
0 comentarios:
Publicar un comentario