domingo, 1 de junio de 2014

Doctor, sonría por favor. Fuente: El Correo

Los 

médicos sonríen "poco" a sus pacientes, a pesar de que está demostrado que este gesto posee grandes dosis de bienestar físico y mental, tanto para quien lo brinda como para quien lo recibe

La sonrisa es una auténtica fuente de salud, pero los médicos la utilizan "poco". Apenas sonríen en sus relaciones con los compañeros de trabajo y, lo más preocupante, las dan a sus pacientes con cuentagotas. Quizás sea así porque no viene recogida en el 'Vademecum', que es el diccionario de los medicamentos y principios activos que en ellos se utilizan, pero ésa es la realidad. "La sonrisa es el mejor medicamento que existe sin receta médica, es gratis, sin limite de dosis y no tiene ninguna contraindicación", recuerda el especialista Ángel Morales, del servicio de Radiología del hospital de Donostia.

Cualquier manual básico de psicología destaca entre los beneficios de la sonrisa su alta capacidad para favorecer las relaciones sociales y propiciar el bienestar físico y mental de las personas. Dicen que mejora la oxigenación del cuerpo, regula el pulso cardiaco, incluso que aumenta la memoria. Algunos trabajos apuntan a que las personas que más sonríen disfrutan de una mejor piel, digestiones más sanas, tienen un humor más equilibrado y hasta que viven más. De lo que no cabe duda es que los pacientes, cuanto peor es la enfermedad que padecen, más reconfortados salen de la consulta del especialista cuando han sido recibidos con una sonrisa.


Los más simpáticos, los celadores

Pero aún así, los médicos no sonrien. "Lo he podido constatar, después de 35 años de trabajo en la sanidad, con un estudio observacional en mi servicio",reflexionaba recientemente Ángel Morales en la revista del hospital Donostia. "Sonreímos muy pocas veces cuando estamos trabajando y más en periodos de descanso. Con nuestros pacientes, ­los médicos somos los que menos sonreímos, el personal de enfermería más y los que más sonríen de todos son los celadores", argumenta el radiólogo, quien no tiene dudas de que sonreir ayuda a los profesionales sanitarios a hacer mejor su trabajo.

La misión de un médico, según el facultativo, consiste en resolver las necesidades físicas, psicológicas, incluso de otro tipo de los enfermos, que varían en función del tipo de enfermedad que sufran y la fase en la que se encuentren. Los pacientes aquejados de una afección aguda, un problema de salud superable, como un infarto o la rotura de un hueso, necesitan pocas sonrisas. Quieren que se les cure. "Su objetivo prioritario es asegurar su calidad de vida", relata el especialista.

"Sonríeme, aunque no me cures"

La situación cambia de manera radical, sin embargo, cuando se trata de pacientes crónicos, como son la mayoría de los que se atienden en los servicios sanitarios de Euskadi. Son enfermos que saben que su dolencia no se curará y que buscan un mayor bienestar y un menor número de visitas al hospital. "Este enfermo sí necesita muchas sonrisas". De alguna manera, explica, está pidiendo a su médico: "sonríeme, aunque no me cures". Un tercer grupo de pacientes está formado por los que se encuentran en fase terminal, no ya luchando por la supervivencia, sino por una calidad de vida y de muerte. «Este paciente necesita todas las sonrisas posibles: "sonríeme, aunque no me cures y ayúdame a morir".
El especialista donostiarra recuerda en su artículo que sonreír ayuda a mantener un talante positivo y a trabajar mejor. "En nuestro ejercicio profesional, a menudo, sufrimos dos condiciones morbosas: la desmotivación y el estrés. Sonreir -concluye- nos puede ayudar a superar ambos problemas". Y, además, el paciente lo agradecerá, lo agradeceremos. "Corren tiempos difíciles y turbulentos, intentemos no perder la sonrisa. Nuestros enfermos la necesitan, nosotros también", concluye Ángel Morales.


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